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Mes: julio 2023

CLUB SUDAFRICANO Y GUADAL GRANDE

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Jueves 01 de junio de 2023

Posiblemente este iba a ser nuestro último campamento así que era hora de utilizar los huevos que veníamos transportando hacía muchos kilómetros y hacer el desayuno típico de nuestras travesías: los huevos revueltos con panceta (esta vez sin panceta pero con trozos de pata de jabalí ahumado que nos habían obsequiado en Bajada del Diablo). Demás está decir que con el frío que hacía fue una opción excelente para arrancar el día, aunque no hay fotos del plato terminado, ya que nos lo devoramos antes.

Acomodamos todo y dejamos el lugar tal cual lo encontramos para seguir preservando este remoto emplazamiento y encaramos la parte más alta de la huella que cruza la Sierra Mesa, que recordamos tenía sus dificultades y sus bellezas también.

Nos dirigíamos a la estancia La Vuelta, también abandonada,al pie de la sierra pero en su lado oeste, sobre el Guadal Grande. La huella no había sido pisada por nadie desde nuestra incursión anterior y el establecimiento parecía que tampoco había sido visitado.

Mapa de la zona

No sin dificultad pudimos sortear el humilde casco de La Vuelta ya que al atravesar la tranquera de salida, la huella estaba tan socavada que debimos buscar otra alternativa para salir. Un alambrado caído a unos metros nos facilitó el escape sin tener que trabajar mucho.

El paisaje se iba suavizando y nos fuimos internando en los bajos terrenos del Guadal Grande, donde no teníamos muy claro por donde íbamos a salir, aunque sabíamos que reintentaríamos antes conocer el curioso y esquivo Club Sudafricano, al cual la vez pasada no pudimos acceder debido a un candado. En una de esas, esta vez estaba abierto…

¿Por qué nos interesaba el Club Sudafricano? Simplemente porque nos llamó la atención su nombre en el viejo mapa del IGM que les mostré más arriba.

Y así ocurrió. Nunca hay que dar algo por perdido.

Llegamos a la prolija tranquera de caños, el candado no estaba puesto y raudamente nos dirigimos a descifrar el enigma.

Además, si la tranquera estaba sin candado, era probable que hubiera alguien con quien consultar para decidir cómo salir del Guadal Grande, en lo posible hacia Sarmiento, así de pasada visitábamos aunque sea de costado, el extinto lago Colhué Huapi. Teníamos que estar seguros de la salida porque si había que recular y salir por el norte no nos iba a alcanzar el combustible. Estábamos jugados y había que calcular la bien la jugada.

Encontramos el bendito Club Sudafricano pero no había ni un alma aunque se veía bastante bien conservado. Claramente no era un típico establecimiento ganadero ya que no había corrales, ni galpones de esquila ni nada que tuviera que ver con la producción. Esto era otra cosa.

Había un galpón mediano, bien construido, con piso de cemento, en cuyo interior había vestigios de ser un salón de baile (¿?), varias casillas, algunas en condiciones y otras semi derrumbadas como si fueran un refugio temporal, una pista para carreras de cuadreras (¿?) y una red de alumbrado público (¿?).

Claramente podía ser un club deportivo pero ahí, ¿en ese ese apartado lugar?

Íbamos a tener que averiguar a nuestro regreso de que se trataba esto, sin duda relacionado con el origen bóer de los viejos pobladores de la zona

Al no poder consultar a nadie por la forma de salir hacia el sur (los tracks los teníamos pero no sabíamos de imprevistas tranqueras con candado), optamos por usar lo conocido es decir dirigirnos al norte y salir por las estancias Manantial Grande y Tres Manantiales hacia la RP24 y de allí a Paso de Indios.

No parecía que el Guadal Grande estuviera flojo como para encajarnos, a lo menos si seguíamos la huella marcada. Consideramos la posibilidad de cruzarlo de este a oeste, sin huella pero de nuevo el combustible nos hizo ser prudentes por si debíamos retroceder. La huella hacia el norte estaba bien marcada y si bien en algunos sectores estaba húmedo nunca corrimos riesgo de encajarnos.

Como curiosidad, les cuento que la zona sureste del Guadal Grande fue usada hace tiempo como campo de tiro de la Fuerza Aérea, aunque creo que ahora lo han dejado de lado.

Al final del Guadal Grande pasamos por el establecimiento Manantial Grande y esta vez encontramos a sus pobladores: son integrantes de la familia Dickason, una de las más viejas de la zona.

Allí nos enteramos de lo que era el Club Sudafricano («El Sport» lo llamaban ellos). En ese sitio se juntaban las familias bóer por tres días para confraternizar y divertirse una vez al año para rememorar el aniversario de su llegada al país, allá por el 1902.

Era una forma de mantener vivas sus costumbres, entre ellas el idioma «afrikáans», que lo siguen hablando incluso en forma más pura que en la lejana Sudáfrica.

Les resumo muy sintéticamente algo respecto a la extraña presencia de sudafricanos blancos en estos remotos lugares patagónicos.

Los bóers son descendientes de holandeses que colonizaron, allá por el siglo XVII, el actual territorio de Sudáfrica. En general se dedicaban a actividades agrícola-ganaderas hasta que hacia fines del siglo XIX se descubrieron yacimientos de oro y piedras preciosas lo que puso el foco de los ingleses en la zona, quienes después de varios intentos muy cruentos lograron doblegar a los bóers, que se resistieron valientemente hasta que sucumbieron ante el poderío inglés.

Sin posibilidades de progresar y perseguidos por los británicos que los diezmaron, muchos de ellos emigraron y un gran número vinieron a la Argentina, donde el gobierno del General Roca les aseguró tierras para que se establezcan. Llegaron a Comodoro Rivadavia en junio de 1902 y se trasladaron al interior del Chubut, donde se distribuyeron por toda la meseta central y lentamente se integraron la comunidad local pero conservando fuertemente sus tradiciones, entre ellas el idioma.

Les acerco también el trailer de una muy linda película (Los Boers en el fin del mundo), que desafortunadamente es de pago, pero realmente la recomiendo si a alguien le interesa el tema. Dos de los personajes son los que conocimos en Manantial Grande.

Un almanaque viejo que nos permitieron fotografiar los Dickason, con semblanzas de la historia bóer en la Patagonia:

Desde allí pasamos por Tres Manantiales a visitar a nuestro amigo Nicolás Myburgh, quien nos facilitó la llave de una tranquera para salir en forma directa a la RP24 en lugar de salir cruzando otra vez la meseta de Canquel.

Todo fue bien hasta poco antes de entrar a la RP24, donde el embrague de la Cherokee de Eduardo no quiso más. Pese a la complicación, nos la ingeniamos para continuar igual, arrancando con el burro de arranque y con la pericia de Eduardo para pasar cambios sin embrague. Sólo paramos a repostar combustible en Paso de Indios y luego a cenar y a dormir de nuevo en el Viejo Hotel de Las Plumas, donde nos volvieron a atender como reyes.

Al día siguiente, después de un intento fallido de reparación en Trelew, decidimos seguir así como estábamos hasta Buenos Aires. En La Adela se separaron Pablo y Matías <mientras que Elsa y yo los seguimos acompañado a Eduardo y Darío esquivando lugares de tráfico intenso, motivo por el cual volvimos pasando por Macachín (donde paramos a dormir), Bolívar y Saladillo. Recién lo dejamos solo en Cañuelas, donde ya estaba a tiro que una plancha de remolque lo pudiera arrimar a su casa sin renegar con el tránsito y los semáforos.

Así los Canqueleros terminamos nuestra hermosa EXPEDICION CANQUEL 2023

RINCON VENTER Y SIERRA MESA

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Miércoles 31 de mayo de 2023

Una mañana hermosa nos despertó en La Esperanza, lo que nos permitió apreciar el extraordinario entorno de este desconocido rincón patagónico.

Extensas arboledas de álamos plateados denotan que aquí no falta el agua y nos hacen olvidar que estamos en el medio de una zona desértica.

Sin duda es un excelente lugar para una estancia aunque, como en toda la zona, la actividad está muy lejos de su potencial. Cuando le solicité permiso para visitarla, Gabriel, su propietario, me había comentado, que estaba tratando de ponerla en valor, esfuerzo que se nota claramente; de hecho ahora tiene un camino para entrar directamente desde la RP27, que hace unos años no lo tenía.

Agradecimos a Julio, el puestero, su amabilidad para facilitarnos sitio para acampar y partimos hacia el este. En ese momento no sabíamos si íbamos a intentar la huella inconclusa de hace unos años cuando no había camino habilitado o si iríamos a conocer algún otro rincón de la meseta, que aquí pasa a llamarse Sierra Cuadrada.

Una construcción de piedras apiladas en un rincón de la estancia, a lo Pepino
Increíble postal otoñal del acceso a la estancia
Álamos plateados por todos lados
El guadal al sur de La Esperanza, al cual no pudimos ingresar en 2016 debido a un alambrado

Encontramos la punta de la huella que habíamos encarado antes desde el oeste y realmente estaba interesante para renegar pero la realidad es que no había mucha onda, porque ya era miércoles y el tiempo empezaba a escasear, sobre todo porque la salida hacia el este por el Guadal Grande después de cruzar la Sierra Mesa era incierta. ¿Y si estaba anegado y había que recular?

En base a esto elegimos visitar el Rincón de Venter, uno de los llamativos «golfos» secos al sur de la Sierra Cuadrada, donde se encuentran las viejas estancias Rincón Venter (Ahora La Mary) y La Constancia.

Apenas ingresamos a este «golfo» nos recibió un guadal seco que se ofreció como una alternativa más corta a la huella que lo contornea rumbo a La Mary.

En el mapita que sigue se pueden ver los huecos de la meseta donde anidan estas estancias y la traza verde muestra el recorrido del día, entre La Esperanza y La Meseta, ya en plena Sierra Mesa.

El recorrido del día desde La Esperanza hasta La Meseta, donde se ven los «golfos» que alojan las estancias
Al fondo el Guadal Venter
Increíble panorámica del Guadal Venter
Cruzando el guadal Venter a toda velocidad

Al final de camino, llegamos a La Mary, donde nos recibió un joven poblador, una rareza en la zona. Descendiente de los originales pioneros, Eric Venter eligió vivir aquí y continuar la epopeya familiar pese al aislamiento y a lo duro que es vivir en estos remotos parajes.

Según los mapas del IGN, esta estancia se llamó Rincón Venter pero ahora se llama La Mary en honor de su abuela. Es otro espacio increíble del centro de Chubut, en el faldeo de la Sierra Cuadrada.

Una vieja carreta, mudo testigo de los tiempos de los pioneros
Prolijo casco de la estancia La Mary
El grupo posando con el amigo Eric

Nos despedimos de Eric, quien nos invitó a que volvamos cuando queramos (de lo cual tomamos debida nota) y fuimos en busca de la otra estancia que está en el mismo hueco, La Constancia, donde presumíamos que podría haber alguna huella interesante para descubrir para salir del «golfo».

Desandamos el guadal y al tomar la huella que nos conducía a ella, notamos que a medida que avanzábamos su estado se iba degradando, mostrando que al menos en forma reciente, nadie la transitaba. Seguramente, la estancia iba a estar deshabitada pero la curiosidad no se atenuó.

Después de un par de tranqueras bien atadas con alambre, que abrimos y cerramos cuidadosamente, ingresamos en una densa arboleda que nos depositó en unos galpones bien conservados pero desiertos. Otro lugar increíble que sirvió de escenario para un almuerzo mientras curioseamos todas las instalaciones que debieron tener mucha actividad alguna vez.

La huella se desdibujó lo que mostraba no tener transito reciente

No pudimos encontrar la huella que habíamos imaginado y sin tener a quien preguntar, nos rendimos. Satisfechos de haber relevado también este remoto rincón, desandamos el camino de entrada para salir hacia el sur, bordear la laguna Colorada y subir a las estribaciones de la Sierra Mesa para recalar en nuestra conocida estancia abandonada La Meseta, donde estimábamos acamparíamos.

La laguna Colorada, en esta época es en realidad multicolor; alterna su fondo rojo, arcilloso, con pastos amarillos y una matas verdes inexplicables, atento a su actual sequedad.

La nueva huella de subida a la estancia La Meseta, estaba marcada y discurre por el cauce de un arroyo temporario que se cruza mil veces aunque obviamente estaba completamente abandonada y nos hizo renegar un poco.

A lo lejos, la laguna Colorada
Bajando hacia la laguna Colorada
Dorados pastizales de la laguna Colorada
Bordeando la laguna Colorada
Por la desdibujada huella rumbo a La Meseta
Cada tanto la huella nos hacía renegar un poco

Finalmente llegamos al establecimiento abandonado y aunque todavía había luz diurna para seguir, decidimos acampar. Un corral nos ofreció refugio y armamos las carpas dentro de él para guarecernos del frío y del viento. Además tendríamos un buen lugar para prender fuego y cocinar algo rico.

Casi nada había cambiado desde que estuvimos aquí unos años atrás; todo estaba en su mismo lugar excepto el dique de tierra, que se había derrumbado parcialmente. Signos que nadie se asoma por aquí, excepto los Canqueleros.

El fogón donde cocinaríamos la cena
Vista de toda la estancia: la casa principal, el corral y los galpones. Al fondo, la laguna Colorada (amarilla)
Parte trasera de la vivienda, bastante conservada
Interior de la vivienda (desde una hendija)
Troncos petrificados por doquier
Más troncos petrificados
Corrales y galpón
Vista de la vivienda en un increíble atardecer
El frente de la vivienda resiste el duro clima pese al abandono
El día nos despidió con un atardecer memorable

Mañana será el último día en la zona, con más descubrimientos

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