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Categoría: Travesias Grosas (Página 3 de 4)

GRANITO Y ARTE RUPESTRE EN EL NOROESTE CORDOBÉS

24 de julio de 2017

<< Ruta de los Cabritos

Desandamos la RP38 hacia el sur hasta Tuclame, desde donde nos internaríamos hacia las sierras de Serrezuela y Guasapampa, las que recostadas sobre el noroeste cordobés, marcan claramente un límite físico con los llanos riojanos.

Es una zona poco conocida que siempre nos llamaba la atención por su relieve montañoso toda vez que pasábamos raudos hacia el norte por la RP38.

Revisando los viejos mapas del IGM, las curvas de nivel nos resultaron llamativas por el paralelismo de las dos sierras y por el valle intermedio por donde desciende el río Guasapampa hacia el norte. No sabíamos que podíamos encontrar pero lo íbamos a averiguar.

El camino ripiado sale de Tuclame y se arrima a la sierra de Serrezuela y la bordea por el este pasando por Puesto Las Chacras y la cruza por un abra en Aguas de Ramón: la sierra de Serrezuela parece continuar hacia el sur hasta perderse a unas decenas de kilómetros.

Aguas de Ramon es un pequeño caserío a 400 msnm donde se destaca una humilde iglesia de la Virgen del Valle.

Es un viejo asentamiento que data de principios de siglo XX y cuya suerte estuvo ligada a los conflictos bélicos mundiales, debido a que en la zona existieron minas donde se extraía wolframio, material indispensable para la fabricación de armamento. Tuvo su inicio con la Primera Guerra Mundial y la extracción de mineral se extendió con marcadas irregularidades, hasta mediados del siglo XX con el final de la guerra de Corea. Algo parecido al famoso proyecto de Pueblo Escondido, en el Cerro Áspero, cerca de Merlo, aunque con menos desarrollo fabril.

Para quien le interese la minería del lugar, un antiguo informe geológico del año 1959 detalla lo que acabo de describir con mucho más detalle:

https://repositorio.segemar.gov.ar/handle/308849217/799;jsessionid=637D18AEE4A7B9EC4B99A213A13FBE29

Ahora el camino, no muy transitado por cierto, continua hacia el sur por un valle que discurre entre las sierras de Guasapampa y Serrezuela por donde desciende el intermitente río Guasapampa.

La zona tiene abundante vegetación y es muy pintoresca, atravesando diversos parajes y caseríos como Guasapampa y Totora Huasi. No es tan verde por la época del año, pero debe serlo en primavera y verano.

El primer poblado de cierta relevancia que asoma más al sur es LA PLAYA, una pequeña localidad de unos 200 habitantes. Desde allí habíamos detectado que se descolgaban unas huellas hacia el oeste que tal vez nos permitirían una vista aérea de los llanos riojanos o hasta bajar tal vez…

Cuando paramos a preguntar por la factibilidad de esas huellas, también nos enteramos que estábamos en tierras de canteras de granito y pinturas rupestres, una gratísima sorpresa que no esperábamos recibir.

Aprovechamos que era cerca de mediodía para hacer una picada en una especie de modesta plaza en el pueblo. Justo enfrente había una semiderruida construcción fabril que parecía ser un horno construido con bloques de granito y que por supuesto fuimos a curiosear.

Las huellas por las que consultamos existían pero posiblemente tendrían candados ya que se internaban en propiedades privadas; nos dirigimos a comprobarlo observando que el recorrido estaba plagado de bloques y piezas de granito por doquier; hasta los esquineros de los alambrados, las barandas de los puentes y los puntales de las tranqueras eran de piedra.

Cuando estábamos cerca del «balcón» a los llanos riojanos, una tranquera con candado nos cerró el paso y no había nadie para interceder. Restaba ver si podíamos acceder a las canteras y al arte rupestre, para lo cual al regreso comenzamos a preguntar a cada alma que encontramos.

Y en uno de los intentos, un gentil poblador, del cual lamentablemente no recuerdo su nombre, nos ofreció mostrarnos su cantera de granito y unas pinturas rupestres que se encontraban en su propiedad. Bingo!

No sólo nos permitió el acceso sino que nos explicó la metodología de extracción del granito, un trabajo muy duro, peligroso y artesanal, donde cualquier error te cuesta un accidente. Taladros, explosivos, maniobras con grandes bloques, todas acciones riesgosas.

Pinturas Rupestres en los bloques de granito

La trama que subyace a la explotación minera del granito en la pequeña localidad de La Playa parece ser compleja, de acuerdo a las fuentes que consulté.

Hace más de ocho décadas, en la sierra de Guasapampa y en la zona denominada La Charquina (justo en la tranquera que encontramos cerrada), se produjeron hallazgos arqueológicos que datan de miles de años, representados en pictografías, morteros y elementos que la transformaron en un tesoro histórico, cultural y antropológico.

Pero la actividad minera encontró otra riqueza: el granito. Y desde hace más de 20 años, la extracción de este material valioso que se comercializa a gran escala desde la región hacia todo el país es la principal actividad económica de La Playa y de la zona. El problema es que la explotación minera no cuenta con ningún tipo de autorización de la Dirección de Minería de la Provincia ni con un estudio de impacto ambiental que la avale. Ni hablar del proceso de degradación que sufrió en todos estos años el verdadero tesoro arqueológico de la región.

A su vez, la propiedad de las tierras donde se emplaza el pueblo, las minas y los campos cercanos están en un proceso judicial lento y arduo. Los descendientes de Domingo Díaz, quien aparece como propietario de estas tierras desde 1916, reclaman desde hace más de una década la propiedad de más de 10 mil hectáreas, en las que se ubican el pueblo y las canteras. Un verdadero intríngulis que no tengo idea que rumbo ha seguido en estos años.

Seguimos hacia el sur ya medio apurados para llegar a algún sitio donde alojarnos al atardecer que sea cercano a las sierras del sur riojano. Seguimos hacia el sur por el mismo camino, cada vez más poblado de palmeras Caranday hasta encontrarnos en Las Palmas, una localidad sobre el conocido Camino de los Túneles, que por supuesto toma su nombre de las numerosas palmeras de la zona.

Desde allí descendimos por los túneles (en esos años todavía el camino era de ripio) hacia los llanos riojanos, donde tomamos la ruta 20 hacia Chepes hasta cruzarnos con la traza abandonada del ferrocarril Belgrano entre Milagro y Quines, donde el camino que la costea podría permitirnos conocer alguna estación si la luz diurna lo permitía, mientras acortábamos camino.

LA ISLA

Con menos de la luz justa, alcanzamos a visitar LA ISLA, una estación habitada por algún poblador en el medio de la nada, por supuesto sin rieles ni durmientes aunque bastante entera dentro de todo.

El final del día nos encontraría en OLTA, donde nos acomodamos para compartir una cena y alojarnos para seguir al día siguiente por las sierras del sur riojano, los pagos del Chacho Peñaloza.

Ignotas sierras del sur riojano >>

LA RUTA DE LOS CABRITOS

23 de julio de 2017

<< Totoralejos

Desayuno bien casero en la Hostería Recreo de la mano de su dueña, que nos atendió como si fuéramos sus hijos. Lugar modesto pero muy recomendable para un alto en el camino en esta zona no del todo turística.

Llenamos los tanques y salimos rumbo a Esquiú, donde empezaríamos a bajar hacia el sur para intentar el cruce de las Salinas Grandes; Pablo y Julio nos estarían esperando donde nuestra huella cortaba la RN60.

En este enlace, que desafortunadamente hicimos muy rápido, pasamos por el Paraje El Suncho, que fue el lugar donde falleció el venerable Fray Mamerto Esquiú, pero no lo visitamos como  debíamos. Otra vez será.

Esta huella/ruta provincial nos comienza el mostrar el paisaje que rodea a las Salinas Grandes antes de dejar paso al omnipresente reino de la sal. Llaman la atención los enormes cactus cuyos brazos secos generan una leña difícil de imaginar para estas plantas; el paisaje es bastante más verde de lo que uno puede imaginar en las puertas de un desierto.

Efectivamente en la RN60 conformamos el multitudinario grupo de siete chatas sólo posible porque todos somos viejos amigos travesistas que nos entendemos de memoria y la coordinación sale sola.

Recorrido en Salinas Grandes

Desde la RN60 hasta Palo Santo el recorrido se desarrolla sobre una huella visible que contornea las salinas propiamente dichas, alternando lugares “altos” con profusa vegetación incluso arbórea y lugares bajos con sufridas plantas «salineras». Enormes cactus nos continúan acompañando aunque su tamaño va decreciendo a medida que nos acercamos a las salinas.

En Palo Santo dejamos la huella visible y nos adentramos en la salina misma; seguimos una tenue huella que se borra a la vista cada año pero de algún modo conserva su compactación por el repetido uso algunos meses al año: es la conocida como la “Huella de los Cabritos”, que la cruza en sentido Norte-Sur.

Esta «ruta» es (o era) usada por los crianceros del sur catamarqueño cuando arriaban sus animales para venderlos en el norte cordobés.

Realmente si uno no se aparta mucho de ella el piso es firme pero hay que estar atento a no perderla porque enseguida es fácil enterrarse.

Uno de los objetivos del viaje era reconocer puntos geográficos como algún inexplicable quiebre en la línea que divide a Córdoba de Catamarca (Mojón del Monte Negro) y también el Trifinio, lugar donde confluyen Córdoba, Catamarca y La Rioja.

Ubicar el Mojón del Monte Negro fue sencillo porque estaba no muy lejos de la huella consolidada. Fue sólo un hallazgo de geoposicionamiento ya que no encontramos absolutamente nada que lo materialice. Ni siquiera el supuesto monte.

Este punto es un vértice que se fijó como parte la división política entre las provincias de Córdoba y Catamarca por un decreto de Onganía de 1968.

El otro objetivo era el trifinio Córdoba – Catamarca – La Rioja, que está en algún lugar de la salina, pero sin indicios de huellas consolidadas desde este lado.
Se trataba de un desafío complejo ya que podíamos terminar encajados hasta los zócalos si no andábamos con cuidado. Había que recorrer unos 26 km en línea recta por el medio de la salina sin saber que consistencia podía tener el piso.

El intento sólo duró unos pocos kilómetros porque los que veníamos liderando a la caravana nos empezamos a enterrar irremediablemente y debimos avisar a los que nos precedían para que se detuvieran y nos ayudaran a salir del problema.

Nos llevó un par de horas recuperar la Discovery después de traerla a malacate por más de 100 metros, ya que no se subía nunca a la capa de sal dejando unos profundos surcos como recuerdo que la próxima inundación borraría para volver a atrapar incautos.

Obviamente abortamos el intento y volvimos a la Ruta de los Cabritos, a disfrutar de la soledad infinita de las Salinas Grandes de casi 6000 km2 de extensión.

Sin problemas seguimos hacia el sur hasta que alcanzamos los bordes de la salina, un desierto de guadales y cactus más achaparrada vegetación espinosa donde aparecieron algunos humildes puestos que asombran porque es difícil imaginar vivir allí. Tener en cuanta que estábamos en invierno y hacía bastante calor…

Comenzaron a aparecer la huellas y antes de volver a la civilización decidimos conocer las ignotas Termas del Quicho, donde cuenta la historia que allá por 1987 en una perforación con la que se estaba buscando agua potable para la escuelita del lugar, de repente, desde más de 220 metros de profundidad, comenzó a brotar agua caliente a 39°C y nunca más se cortó, formando una laguna de aguas tibias que se popularizó como humildes y modestos baños termales naturales.

Una vieja bañadera, que todos se disputan, concentra el chorro cual brutal hidromasaje. Por supuesto aprovechamos para un relajante baño termal y sacarnos el polvo acumulado durante el día.

NOTA: esto fue hace seis años, actualmente en 2023 las han puesto en valor construyendo una pileta y algunas instalaciones para camping, ya que durante la pandemia se popularizó bastante como un lugar de escape para las poblaciones cercanas.

Estado actual (2023), ya no existe la laguna natural

Repuestos del esfuerzo del cruce las salinas sólo quedaban buscar un lugar donde alojarnos y entonces recalamos en Serrezuela, donde el nutrido grupo se acomodó como pudo en la poca oferta disponible. Mañana el noroeste cordobés desconocido.

Granito y arte rupestre en NO cordobés >>

TOTORALEJOS

22 de julio de 2017

<< Todo empezó acá

Desde distintos puntos del país cada uno se las ingenió para arrimar a Recreo; en nuestro caso Claudio me pasó a buscar a las seis de la mañana por mi casa y arrancamos sin problemas por la AU9 haciendo una parada intermedia en ONCATIVO, primero para degustar los famosos y riquísimos sándwiches de salame y queso y después  reponer combustible entrando a la ciudad. No pudimos cargar en la YPF que está sobre la AU9 porque la cola era infernal.

Sin parar cruzamos Córdoba, Jesús María y Deán Funes y mientras transitábamos al costado de la Salinas Grandes, siendo bastante temprano propuse  desviarnos a curiosear una vieja estación abandonada, situación que no iba a ser novedosa para Claudio sabiendo que viajaba conmigo.

La estación en cuestión es TOTORALEJOS, un páramo en el medio de la nada al borde las Salinas Grandes, que a priori sólo podía tener razón de ser para reponer agua a las vaporeras.

Al acercarnos la sorpresa fue mayúscula: además de la estación en ruinas observamos cuatro enormes construcciones abandonadas y al acercarnos notamos que se trataban de viviendas colectivas. No había indicios de actividad alguna que pudiera requerir tanta gente viviendo allí y nos quedó la intriga.

Recorrimos todas la zona prolijamente y no arribamos a ninguna conclusión que justifique el porqué de ese pequeño pueblo: no hay vestigios de galpones ferroviarios (¿talleres?), ni de instalaciones salineras y como lugar para vivir ni siquiera se lo puede pensar por lo que se capta a simple vista.

Al regreso en casa, navegando por Internet, nos enteramos que efectivamente además de usarse como parada para recargar agua a las vaporeras (que se almacenaba en vagones tanque que se traían de otro lado ya que no hay agua en el paraje), existían talleres ferroviarios y se usaba como campamento de vía y obras, donde vivían unas 20 personas.

Les dejo un artículo muy interesante de la Voz del Interior con el testimonio del último habitante, Miguel Palacios, que desafortunadamente no tuvimos oportunidad de conocer personalmente:

http://archivo.lavoz.com.ar/2003/0629/portada/nota175146_1.htm

La traza de la antigua RN60 antes pasaba al oeste de las vías y decidimos seguirla para ver si llegábamos hasta Recreo.

Ancha y consolidada se desarrolla en el medio dela salina pero a medida que nos alejábamos del caserío su estado empeoraba, como si la salina se la estuviese tragando.

Una alcantarilla destruida por un cruce de agua nos frenó en seco al comprobar la poca consistencia del piso. Estando solos y sin nada de donde agarrarnos con el malacate, decidimos desandar el camino y volver al asfalto por donde habíamos entrado.

Al cruzar el límite con Catamarca, consultamos al policía que nos detuvo a pedir documentación por las posibilidades de cruzar las Salinas Grandes por el medio y muy seguro nos dijo:

 – Ni se les ocurra. Los últimos días varios incautos quisieron hacerlos y los tractores los están esperando para cobrarles tres o cuatro lucas por sacarlos (1 USD=17 pesos en ese momento)

Lo que no sabía el buen hombre es que con ese discurso nos había terminado de clavar la espina para intentar cruzarla como sea.

Llegamos a Recreo antes que el resto y nos ocupamos de alojarnos en el único lugar decente que encontramos, la hostería Recreo frente a la ruta, donde nos pudimos acomodar casi todos. Pablo y Julio, que venían algo demorados, al final se quedaron en Chamical para encontrarnos el domingo a la mañana en la entrada a la salina, sobre la RN60.

La cena en un boliche frente a la plaza de Recreo estuvo espectacular con el agregado que el divertido dueño del boliche nos toreó toda la noche con que nos pagaba un chivo la noche siguiente si lográbamos cruzar la salina por donde le dijimos.

No es que no nos tenía fe, sino que calculó que no íbamos a desandar 200 kilómetros para cobrarle la apuesta. Pícaro el hombre…

Ruta de los Cabritos >>

ENTRE LA SAL Y LAS SIERRAS

22 al 29 de julio de 2017

Un viaje a una zona muy poco conocida del norte cordobés y del sur riojano realizado hace seis años, cuya narración quedó postergada hasta hoy. Veremos que me acuerdo todavía…

Siendo pleno invierno, medios viejos que ya estamos, esta vez no le apuntamos ni a la cordillera ni a la Patagonia. No es que el frío haga mella en nuestro ánimo pero…

Eduardo Cinícola, que fue el promotor de este viaje, nos había propuesto un “cálido y placentero” paseo por los Médanos de ENCÓN, un cruce oeste- este de la zona de Guayaguas, para adentrarnos en las Salinas de Mascasín y en los Médanos Negros que la circundan, un enlace de trifinios (límites provinciales de a tres en Pampa de las Salinas, El Cadillo y Salinas Grandes) y un cruce de sur-norte de estas últimas buscando un perdido Mojón del Monte Negro para terminar con un paseo por los pueblos de El Alto de Catamarca.

La cuestión que Eduardo se bajó de la expedición y nos pasó el mando a los sureños Claudio Guanciarossa, Pablo Anastasio y yo, con lo cual sólo para contradecirlo, le cambiamos casi todo el recorrido, quitando algunas partes y agregando otras nuevas.

Así que decidimos entrarle primero a cruzar las Salinas Grandes con su trifinio y su Mojón del Monte Negro, recorrer las ignotas Sierra de Serrezuela y Guasapampa en Córdoba, para luego dirigirnos a Olta y de allí incursionar por las Sierras de Tuani con rumbo sur a Chepes. Posteriormente nos meteríamos en Médanos Negros y Mascasín para finalizar en Guayaguas a la búsqueda de una “famosa” Roca Parada que habíamos visualizado muy de lejos en otra expedición y que el inefable y querido motoquero Néstor Queralt nos refriega frente a las narices cada vez que puede…

Tan buena resultó la propuesta que Eduardo al final se volvió a subir a la expedición: no se podía perder tantos lugares novedosos.

La lista de participantes siempre fue larga desde el principio y después de las habituales subidas y bajadas, quedó la friolera de siete chatas, cantidad medio grande para andar por zonas que presumíamos en su mayoría llenas de tranqueras y propiedades privadas.

Pero a sabiendas que la unión hace la fuerza, sobre todo porque con más chatas hay más chances de comer y beber mejor, quedamos en encontrarnos el sábado a la noche en Recreo para dar inicio al periplo.

En realidad esta vez tenía la intención de viajar solo en la Pampa 02 para vivir de la experiencia «alone» pero sobre el final, recibí el generoso ofrecimiento de Claudio de ocupar la butaca derecha de la Babosa y no pude negarme, así que anclé a Pampa 02 en el garaje para que no se me venga sola a la travesía…

Los participantes fuimos:

  • Denis Garione y Eduardo Cinícola en la legendaria TLC negra
  • Hugo Berry Rhys y Rodolfo en la inmortal SW4 gris
  • Jorge García con Nacho Tirrito en la SW4 ex Nacho
  • Johan Arndt y Cristian en la SW4, la del freno con clavito
  • Pablo Anastasio y Marisa en la Costurera II
  • Julio Sastre y Sonia en inmaculada Sw4, lista para vegetación espinosa
  • Claudio Guanciarossa y el que suscribe en la Discovery Babosa

Les adelanto un puñado de fotos de lo que les voy a contar en sucesivas entregas:

Empezamos por TOTORALEJOS >>.

CLUB SUDAFRICANO Y GUADAL GRANDE

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Jueves 01 de junio de 2023

Posiblemente este iba a ser nuestro último campamento así que era hora de utilizar los huevos que veníamos transportando hacía muchos kilómetros y hacer el desayuno típico de nuestras travesías: los huevos revueltos con panceta (esta vez sin panceta pero con trozos de pata de jabalí ahumado que nos habían obsequiado en Bajada del Diablo). Demás está decir que con el frío que hacía fue una opción excelente para arrancar el día, aunque no hay fotos del plato terminado, ya que nos lo devoramos antes.

Acomodamos todo y dejamos el lugar tal cual lo encontramos para seguir preservando este remoto emplazamiento y encaramos la parte más alta de la huella que cruza la Sierra Mesa, que recordamos tenía sus dificultades y sus bellezas también.

Nos dirigíamos a la estancia La Vuelta, también abandonada,al pie de la sierra pero en su lado oeste, sobre el Guadal Grande. La huella no había sido pisada por nadie desde nuestra incursión anterior y el establecimiento parecía que tampoco había sido visitado.

Mapa de la zona

No sin dificultad pudimos sortear el humilde casco de La Vuelta ya que al atravesar la tranquera de salida, la huella estaba tan socavada que debimos buscar otra alternativa para salir. Un alambrado caído a unos metros nos facilitó el escape sin tener que trabajar mucho.

El paisaje se iba suavizando y nos fuimos internando en los bajos terrenos del Guadal Grande, donde no teníamos muy claro por donde íbamos a salir, aunque sabíamos que reintentaríamos antes conocer el curioso y esquivo Club Sudafricano, al cual la vez pasada no pudimos acceder debido a un candado. En una de esas, esta vez estaba abierto…

¿Por qué nos interesaba el Club Sudafricano? Simplemente porque nos llamó la atención su nombre en el viejo mapa del IGM que les mostré más arriba.

Y así ocurrió. Nunca hay que dar algo por perdido.

Llegamos a la prolija tranquera de caños, el candado no estaba puesto y raudamente nos dirigimos a descifrar el enigma.

Además, si la tranquera estaba sin candado, era probable que hubiera alguien con quien consultar para decidir cómo salir del Guadal Grande, en lo posible hacia Sarmiento, así de pasada visitábamos aunque sea de costado, el extinto lago Colhué Huapi. Teníamos que estar seguros de la salida porque si había que recular y salir por el norte no nos iba a alcanzar el combustible. Estábamos jugados y había que calcular la bien la jugada.

Encontramos el bendito Club Sudafricano pero no había ni un alma aunque se veía bastante bien conservado. Claramente no era un típico establecimiento ganadero ya que no había corrales, ni galpones de esquila ni nada que tuviera que ver con la producción. Esto era otra cosa.

Había un galpón mediano, bien construido, con piso de cemento, en cuyo interior había vestigios de ser un salón de baile (¿?), varias casillas, algunas en condiciones y otras semi derrumbadas como si fueran un refugio temporal, una pista para carreras de cuadreras (¿?) y una red de alumbrado público (¿?).

Claramente podía ser un club deportivo pero ahí, ¿en ese ese apartado lugar?

Íbamos a tener que averiguar a nuestro regreso de que se trataba esto, sin duda relacionado con el origen bóer de los viejos pobladores de la zona

Al no poder consultar a nadie por la forma de salir hacia el sur (los tracks los teníamos pero no sabíamos de imprevistas tranqueras con candado), optamos por usar lo conocido es decir dirigirnos al norte y salir por las estancias Manantial Grande y Tres Manantiales hacia la RP24 y de allí a Paso de Indios.

No parecía que el Guadal Grande estuviera flojo como para encajarnos, a lo menos si seguíamos la huella marcada. Consideramos la posibilidad de cruzarlo de este a oeste, sin huella pero de nuevo el combustible nos hizo ser prudentes por si debíamos retroceder. La huella hacia el norte estaba bien marcada y si bien en algunos sectores estaba húmedo nunca corrimos riesgo de encajarnos.

Como curiosidad, les cuento que la zona sureste del Guadal Grande fue usada hace tiempo como campo de tiro de la Fuerza Aérea, aunque creo que ahora lo han dejado de lado.

Al final del Guadal Grande pasamos por el establecimiento Manantial Grande y esta vez encontramos a sus pobladores: son integrantes de la familia Dickason, una de las más viejas de la zona.

Allí nos enteramos de lo que era el Club Sudafricano («El Sport» lo llamaban ellos). En ese sitio se juntaban las familias bóer por tres días para confraternizar y divertirse una vez al año para rememorar el aniversario de su llegada al país, allá por el 1902.

Era una forma de mantener vivas sus costumbres, entre ellas el idioma «afrikáans», que lo siguen hablando incluso en forma más pura que en la lejana Sudáfrica.

Les resumo muy sintéticamente algo respecto a la extraña presencia de sudafricanos blancos en estos remotos lugares patagónicos.

Los bóers son descendientes de holandeses que colonizaron, allá por el siglo XVII, el actual territorio de Sudáfrica. En general se dedicaban a actividades agrícola-ganaderas hasta que hacia fines del siglo XIX se descubrieron yacimientos de oro y piedras preciosas lo que puso el foco de los ingleses en la zona, quienes después de varios intentos muy cruentos lograron doblegar a los bóers, que se resistieron valientemente hasta que sucumbieron ante el poderío inglés.

Sin posibilidades de progresar y perseguidos por los británicos que los diezmaron, muchos de ellos emigraron y un gran número vinieron a la Argentina, donde el gobierno del General Roca les aseguró tierras para que se establezcan. Llegaron a Comodoro Rivadavia en junio de 1902 y se trasladaron al interior del Chubut, donde se distribuyeron por toda la meseta central y lentamente se integraron la comunidad local pero conservando fuertemente sus tradiciones, entre ellas el idioma.

Les acerco también el trailer de una muy linda película (Los Boers en el fin del mundo), que desafortunadamente es de pago, pero realmente la recomiendo si a alguien le interesa el tema. Dos de los personajes son los que conocimos en Manantial Grande.

Un almanaque viejo que nos permitieron fotografiar los Dickason, con semblanzas de la historia bóer en la Patagonia:

Desde allí pasamos por Tres Manantiales a visitar a nuestro amigo Nicolás Myburgh, quien nos facilitó la llave de una tranquera para salir en forma directa a la RP24 en lugar de salir cruzando otra vez la meseta de Canquel.

Todo fue bien hasta poco antes de entrar a la RP24, donde el embrague de la Cherokee de Eduardo no quiso más. Pese a la complicación, nos la ingeniamos para continuar igual, arrancando con el burro de arranque y con la pericia de Eduardo para pasar cambios sin embrague. Sólo paramos a repostar combustible en Paso de Indios y luego a cenar y a dormir de nuevo en el Viejo Hotel de Las Plumas, donde nos volvieron a atender como reyes.

Al día siguiente, después de un intento fallido de reparación en Trelew, decidimos seguir así como estábamos hasta Buenos Aires. En La Adela se separaron Pablo y Matías <mientras que Elsa y yo los seguimos acompañado a Eduardo y Darío esquivando lugares de tráfico intenso, motivo por el cual volvimos pasando por Macachín (donde paramos a dormir), Bolívar y Saladillo. Recién lo dejamos solo en Cañuelas, donde ya estaba a tiro que una plancha de remolque lo pudiera arrimar a su casa sin renegar con el tránsito y los semáforos.

Así los Canqueleros terminamos nuestra hermosa EXPEDICION CANQUEL 2023

RINCON VENTER Y SIERRA MESA

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Miércoles 31 de mayo de 2023

Una mañana hermosa nos despertó en La Esperanza, lo que nos permitió apreciar el extraordinario entorno de este desconocido rincón patagónico.

Extensas arboledas de álamos plateados denotan que aquí no falta el agua y nos hacen olvidar que estamos en el medio de una zona desértica.

Sin duda es un excelente lugar para una estancia aunque, como en toda la zona, la actividad está muy lejos de su potencial. Cuando le solicité permiso para visitarla, Gabriel, su propietario, me había comentado, que estaba tratando de ponerla en valor, esfuerzo que se nota claramente; de hecho ahora tiene un camino para entrar directamente desde la RP27, que hace unos años no lo tenía.

Agradecimos a Julio, el puestero, su amabilidad para facilitarnos sitio para acampar y partimos hacia el este. En ese momento no sabíamos si íbamos a intentar la huella inconclusa de hace unos años cuando no había camino habilitado o si iríamos a conocer algún otro rincón de la meseta, que aquí pasa a llamarse Sierra Cuadrada.

Una construcción de piedras apiladas en un rincón de la estancia, a lo Pepino
Increíble postal otoñal del acceso a la estancia
Álamos plateados por todos lados
El guadal al sur de La Esperanza, al cual no pudimos ingresar en 2016 debido a un alambrado

Encontramos la punta de la huella que habíamos encarado antes desde el oeste y realmente estaba interesante para renegar pero la realidad es que no había mucha onda, porque ya era miércoles y el tiempo empezaba a escasear, sobre todo porque la salida hacia el este por el Guadal Grande después de cruzar la Sierra Mesa era incierta. ¿Y si estaba anegado y había que recular?

En base a esto elegimos visitar el Rincón de Venter, uno de los llamativos «golfos» secos al sur de la Sierra Cuadrada, donde se encuentran las viejas estancias Rincón Venter (Ahora La Mary) y La Constancia.

Apenas ingresamos a este «golfo» nos recibió un guadal seco que se ofreció como una alternativa más corta a la huella que lo contornea rumbo a La Mary.

En el mapita que sigue se pueden ver los huecos de la meseta donde anidan estas estancias y la traza verde muestra el recorrido del día, entre La Esperanza y La Meseta, ya en plena Sierra Mesa.

El recorrido del día desde La Esperanza hasta La Meseta, donde se ven los «golfos» que alojan las estancias
Al fondo el Guadal Venter
Increíble panorámica del Guadal Venter
Cruzando el guadal Venter a toda velocidad

Al final de camino, llegamos a La Mary, donde nos recibió un joven poblador, una rareza en la zona. Descendiente de los originales pioneros, Eric Venter eligió vivir aquí y continuar la epopeya familiar pese al aislamiento y a lo duro que es vivir en estos remotos parajes.

Según los mapas del IGN, esta estancia se llamó Rincón Venter pero ahora se llama La Mary en honor de su abuela. Es otro espacio increíble del centro de Chubut, en el faldeo de la Sierra Cuadrada.

Una vieja carreta, mudo testigo de los tiempos de los pioneros
Prolijo casco de la estancia La Mary
El grupo posando con el amigo Eric

Nos despedimos de Eric, quien nos invitó a que volvamos cuando queramos (de lo cual tomamos debida nota) y fuimos en busca de la otra estancia que está en el mismo hueco, La Constancia, donde presumíamos que podría haber alguna huella interesante para descubrir para salir del «golfo».

Desandamos el guadal y al tomar la huella que nos conducía a ella, notamos que a medida que avanzábamos su estado se iba degradando, mostrando que al menos en forma reciente, nadie la transitaba. Seguramente, la estancia iba a estar deshabitada pero la curiosidad no se atenuó.

Después de un par de tranqueras bien atadas con alambre, que abrimos y cerramos cuidadosamente, ingresamos en una densa arboleda que nos depositó en unos galpones bien conservados pero desiertos. Otro lugar increíble que sirvió de escenario para un almuerzo mientras curioseamos todas las instalaciones que debieron tener mucha actividad alguna vez.

La huella se desdibujó lo que mostraba no tener transito reciente

No pudimos encontrar la huella que habíamos imaginado y sin tener a quien preguntar, nos rendimos. Satisfechos de haber relevado también este remoto rincón, desandamos el camino de entrada para salir hacia el sur, bordear la laguna Colorada y subir a las estribaciones de la Sierra Mesa para recalar en nuestra conocida estancia abandonada La Meseta, donde estimábamos acamparíamos.

La laguna Colorada, en esta época es en realidad multicolor; alterna su fondo rojo, arcilloso, con pastos amarillos y una matas verdes inexplicables, atento a su actual sequedad.

La nueva huella de subida a la estancia La Meseta, estaba marcada y discurre por el cauce de un arroyo temporario que se cruza mil veces aunque obviamente estaba completamente abandonada y nos hizo renegar un poco.

A lo lejos, la laguna Colorada
Bajando hacia la laguna Colorada
Dorados pastizales de la laguna Colorada
Bordeando la laguna Colorada
Por la desdibujada huella rumbo a La Meseta
Cada tanto la huella nos hacía renegar un poco

Finalmente llegamos al establecimiento abandonado y aunque todavía había luz diurna para seguir, decidimos acampar. Un corral nos ofreció refugio y armamos las carpas dentro de él para guarecernos del frío y del viento. Además tendríamos un buen lugar para prender fuego y cocinar algo rico.

Casi nada había cambiado desde que estuvimos aquí unos años atrás; todo estaba en su mismo lugar excepto el dique de tierra, que se había derrumbado parcialmente. Signos que nadie se asoma por aquí, excepto los Canqueleros.

El fogón donde cocinaríamos la cena
Vista de toda la estancia: la casa principal, el corral y los galpones. Al fondo, la laguna Colorada (amarilla)
Parte trasera de la vivienda, bastante conservada
Interior de la vivienda (desde una hendija)
Troncos petrificados por doquier
Más troncos petrificados
Corrales y galpón
Vista de la vivienda en un increíble atardecer
El frente de la vivienda resiste el duro clima pese al abandono
El día nos despidió con un atardecer memorable

Mañana será el último día en la zona, con más descubrimientos

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MERODEANDO EL OESTE DE CANQUEL

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Lunes 29 de mayo de 2023

Descansados y aseados después de pasar la noche en el remozado Viejo Hotel de Las Plumas, encaramos nuestra aproximación a la meseta de Canquel a través de la RP53 (ExRN25) pasando por el paraje El Sombrero.

A la altura del ex KM 1800 de la ex RN25 nos descolgamos hacia el sur. La idea era buscar otros accesos a la meseta por el oeste, diferentes al que ya conocíamos por La Florida y La Cascada por donde entramos la primera vez.

Cerro El Sombrero
El mojón del km 1800 de la ex RN25

Nos interesaba particularmente el que apuntaba a la estancia Tres Mallines (ex-Peña) ya que sabíamos que desde allí era posible recorrer toda la meseta de norte a sur para llegar a las estancias El Riscoso y La Esperanza, información brindada por nuestro amigo Gerardo Fernandez, quien nos acicateó que sería un desafío interesante para nosotros, ya que muy transitado no estaba.

Después de cruzar el zanjón El Calafate, al pie del Cerro de los Huevos, encontramos la huella que teníamos relevada en las satelitales, donde había un letrero bastante nuevo que indicaba el acceso a la estancia Las Quebradas, así que lo creímos posible.

Cerro de los Huevos
Cerro de los Huevos

Apenas nos metimos en la huella, nos dimos cuenta que hacía rato nadie la transitaba y en algunos tramos estaba verdaderamente complicada, pero lejos de desanimarnos eso nos entusiasmó. Pasamos varias tranqueras sin candado y cuando estábamos cerca de lo que supusimos era la estancia Las Quebradas, un grueso candado con un cierre bastante particular, nos frenó. En realidad según el IGM era la estancia Tres Mallines pero eso no cerraba con la información que teníamos. No lo pudimos corroborar por ahora.

El candado que nos frenó

La cercanía del supuesto casco, nos invitó a acercarnos caminando con la intención de encontrar algún alma y lograr permiso para atravesar la tranquera, ya que estábamos a solamente siete kilómetros de la ex-Peña, a partir de donde el camino estaría expedito.

Grande fue nuestra sorpresa al encontrar un gigantesco casco de excelente edificación, pero completamente deshabitado. Por lo que pudimos ver, hacía mucho que alguien no venía por aquí, lo que tronchó nuestra intención de seguir adelante. Sin permiso no íbamos a pasar por una tranquera con candado.

Se nos apareció el casco de la estancia
Casco de estancia Las Quebradas
El único «habitante»
Un hermoso e impecable galpón

Trajimos la mala nueva al grupo y no quedó otro remedio que recular y recalcular completamente la expedición. La opción elegida fue seguir más hacia el sur y tratar de llegar al conocido Rincón de López pero siguiendo alguna de las variantes desconocidas cercanas al omnipresente cerro Toro Negro.

El icónico y omnipresente cerro Toro Negro

Al llegar a un caserío disperso de construcción bastante reciente, pero para variar sin gente, cruzamos un arroyo donde las huellas se perdían, hasta que dimos con una muy incipiente que se dirigía al Rincón de López, que tenía toda la pinta de estar completamente destruida y por supuesto sin uso desde tiempo inmemorial.

La huella se internaba por el cauce de un arroyo seco bordeando por el este un cerro bastante importante. A cada paso esperábamos algún inconveniente insalvable pero si bien iba requiriendo algo de trabajo para los copilotos, sólo se trataba de diversión para los conductores.

Lentamente fuimos subiendo hasta las nacientes del arroyo donde finalmente salimos a la huella conocida cercana al puesto de Benjamín Salazar. Esta última huella este-oeste estaba recientemente repasada por una motoniveladora debido a que no hace mucho el MEF (Museo Egidio Feruglio) vino a retirar un fósil que descubrieron en la periferia de Canquel, al cual solo para nuestra referencia llamamos cariñosamente «Canquelosaurio», aunque ni idea de que se trata.

La huella perdida por el cauce seco, que cruzamos mil veces
En cada recodo esperábamos el «game over»
Finalmente llegamos a sus nacientes y el terreno cambió
Hermosas montañitas de tierra multicolor nos cercaban
Puesto de Benjamín Salazar

Así llegamos al bosquecito encantado del Rincón de López. Era temprano y era como para seguir adelante pero no pudimos escapar a su embrujo y tuvimos que armar campamento y quedarnos allí, al menos por una noche.

No hay manera de no caer en la tentación de pasar una noche aquí, al abrigo del viento, a la vera de un arroyito de agua cantarina y con leña asegurada para una larga noche de fogón.

Aprovechando la oportunidad, Elsa nos regaló un exquisito y sorprendente plato gourmet completamente impensado para el lugar: espaguetis a la carbonara, pero con ingredientes originales, empezando por el «guanciale» traído especialmente para la ocasión, un lujo.

Mañana sería otro día, después de una apacible noche en este increíble lugar.

Recorrido del día

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LOS AEROLITOS DE BAJADA DEL DIABLO y otras yerbas

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Domingo 28 de mayo de 2023

Después de la fresca noche en el atestado quincho de la estancia Talagapa (nadie se levantó a alimentar la estufa a leña), nos aprestamos a retomar el itinerario planeado, ya con un día de «atraso».

Nos despedimos de Gerardo , agradeciendo su hospitalidad y nos dirigimos a Gan Gan ya que las chatas estaban sedientas. Todavía había bastantes restos de la nevada de la noche del viernes.

Todavía la nieve de dos noches atrás resistía en los sitios con poco sol

Repostamos combustible en Gan Gan y bajamos por la RP11 pasando por Chacay Oeste y dejando a un lado el desvío a El Puntudo.

Los clásicos picos truncados de Somuncurá se extienden hacia el sur en la RP11
La escuela albergue de Chacay Oeste
Caserío alrededor de la escuela en Chacay Oeste

Al pasar por Bajada Moreno nos dividimos y con Elsa fuimos a investigar para ir hasta El Mirasol en forma más «corta» por una huella alternativa que atraviesa el arroyo Mirasol Chico y cruza una alta sierra en dirección al sur. Los otras dos chatas siguieron hasta Bajada del Diablo para averiguar cómo acceder al campo de aerolitos.

Nuestra excursión terminó en el puesto de Don Oscar Fernández después de mucho dar vueltas, quien nos confirmó que la huella existió pero que era imposible recorrerla ya que las lluvias del año pasado la habían destruido (Él no pudo hacerla con un tractor pese a su especial interés por reabrirla).

Ó se iba por las rutas provinciales o había que retroceder hasta el desvío a El Puntudo, donde había otra más o menos huella paralela a la que buscábamos.

Uno de los puestos que visitamos buscando la salida directa a El Mirasol

Los demás se quedaron esperándonos en Bajada del Diablo frente al mítico Bar El Palenque, donde Oscar, el encargado los agasajó con empanadas y milanesas de guanaco, escabeche de perdices y hasta les regaló un garrón de jabalí para nuestros huevos revueltos futuros. Cuando llegamos, por suerte nos habían dejado algo y pudimos degustar todo eso. Nunca comí milanesas tan ricas

Llegando a Bajada del Diablo
Mítico Bar El Palenque, postal de Bajada del Diablo
Oscar, el amable anfitrion del Bar El Palenque, posando con nosotros
El delivery de El Palenque llegó a la caja de las chatas, con milanesas de guanaco!
¡Qué cosa más rica!
Elsa y yo comimos en el boliche
Darío se adueño del mostrador en un descuido

Transmitimos la novedad que el atajo a El Mirasol no estaba disponible y que la alternativa de El Puntudo no era viable por el horario, así que con los datos que habían recolectado previamente fuimos en busca del campo de aerolitos.

Este campo de aerolitos lo conocí a través de los «trabajos prácticos» que nos hacía a hacer Federico Kirbus para probar a los recién iniciados en la concurrencia a su Peña 5×5. Federico me había pasado algunos datos allá por 2007, los investigué y le prometí visitarlos alguna vez: 16 años después estaba cumpliendo mi promesa al Maestro, tarde pero seguro.

Según el interesante informe que podés leer AQUÍ, hay más de 100 impactos en la zona, ocurridos entre 130.000 y 780.000 años atrás; el problema es que hay muy pocas huellas para acercarse y la vegetación no es muy amigable que digamos, así que le apuntamos a tres sitios que habíamos identificado en las satelitales que estaban entre 200 y 1000 metros de una huella mas o menos transitable.

La zona es bastante montañosa e interesante hasta que se alcanza la planicie de la meseta donde cayeron los aerolitos, a la postre es una estribación de la zona sur de Somuncurá. Llegamos al más cercano y salimos a caminar en su búsqueda.

Bueno, debo decir que las expectativas que teníamos no se colmaron: encontramos los supuestos lugares de impacto pero quedaron muy lejos de lo impresionantes que habían sido los tres de la meseta de Canquel o el del cráter de Bajo Hondo en Gan Gan, donde los huecos generados eran enormes y bien visibles. Posiblemente no ubicamos al mejor ejemplo de todos y lo que describa no sea representativo.

En los tres casos que pudimos verificar, efectivamente aparecieron unos claros bien definidos con llamativamente muy poca y diferente vegetación al entorno. Algo extraño sin duda debió pasar. Si existieron un cráteres, fueron de poca profundidad y fueron rellenado por sedimentos, al menos para esta pequeña muestra que relevamos. Lo que no se explica es por qué la vegetación es diferente.

Noten la diferencia de vegetación el entorno

La regla dice que el cráter tiene aproximadamente 20 veces el diámetro de la piedra que lo causó, en estos casos nos indica que las piedras a lo sumo eran de 5 metros de diámetro-

Por otra huella no relevada intentamos dar con algún otro pero ya el entusiasmo de los aerolitos ya había bajado y el tiempo corría. Decidimos continuar con la expedición por otros rumbos. Siempre nos apremia el tiempo.

Seguimos por la RP11 dejando atrás el cruce con la RP61 y después de cruzar el ancho cauce seco del arroyo Perdido nos desviamos a la derecha por la RP40, todas ellas en excelente condiciones. Al llegar al cruce a El Mirasol, pese a que estaba oscureciendo, nos desviamos para por lo menos asomarnos a este remoto lugar que siempre había visto en letreros de la RN25. Si había algún lugar bueno, hasta podíamos llegar a acampar, recordando la noche de El Caín.

Volvimos a cruzar el río seco, encontramos unas fascinantes formaciones trabajadas por el agua y el viento y caímos en el poblado de El Mirasol, donde por supuestos nos tomaron por marcianos. Quién puede venir a hacer turismo aquí? – seguramente se preguntaban. «Casualmente» se nos acercó un auto para saludar y era el policía a cargo del destacamento, que si bien estaba de franco debió ser alertado por los vecinos de tres chatas dando la vuelta al perro en el poblado.

Increíble paisaje cercano a El Mirasol
El Mirasol
Capilla de El Mirasol

Concluimos que era mejor no quedarnos y tratar de llegar a alguna hora razonable a Las Plumas, con la esperanza de alojarnos en el viejo hotel, cosa que finalmente ocurrió ya que justo encontramos dos habitaciones disponibles para todos, es decir cinco en una quíntuple y Elsa cómodamente en una cuádruple.

Hasta tuvimos tiempo de cenar antes de ir a descansar. Otro día terminado.

Mañana le apuntaríamos otra vez a la remota meseta de Canquel.

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ESCALANDO LA BUITRERA

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Sábado 27 de mayo de 2023

Después de la hermosa experiencia de nuestro inesperado y emocionante paso por El Caín, retomamos nuestros planes y el próximo objetivo era poder acceder al volcán La Buitrera en las cercanías de la Pampa de Talagapa, ya en la provincia de Chubut. En viajes pasados, dos veces habíamos imaginado a la distancia el poder coronarlo alguna vez y estábamos cerca de intentarlo por primera vez.

Esta Buitrera es una de la muchos accidentes geográficos que llevan este nombre y aclaro que nada tiene que ver con el Cañadón de la Buitrera de Piedra Parada, entre otros.

Con la nieve todavía engalanando la meseta, la RP8 nos condujo hacia el sur y a poco de cruzar el límite interprovincial, el viejo pero remozado casco «Los Galpones» apareció a nuestra izquierda y entramos, sorprendidos de encontrar un establecimiento funcionado en óptimas condiciones, lo contrario a la mayoría de los que visitamos.

Efectivamente, el propietario, Gerardo, nos estaba esperando como nos había prometido, curioso de conocer a unos locos que venían a la meseta en pleno invierno.

No solamente nos facilitó el acceso sino que nos explicó todo lo que sabía de La Buitrera y nos acompañó para abrirnos los candados de algunas tranqueras, sino que nos ofreció que pasemos la noche en el quincho de la estancia, ya que consideraba que el ascenso nos iba a llevar varias horas y que saldríamos muy tarde si seguíamos hacia el sur. No íbamos a desaprovechar la oferta de pasar una noche en un lugar así.

Con su compañía, cruzamos la Pampa de Talagapa, donde nos enteramos que un viejo puesto era lo que quedaba del poblado que existió hace mucho, prueba de ello es que hasta poseía código postal, el 9121.

Pampa de Talagapa, hermosa como siempre
El volcán La Buitrera, desde la Pampa de Talagapa
Lo que queda del extinto poblado de Talagapa CP 9121

Por una serie de huellas y tranqueras que bordeaban el curioso cerro Leones nos arrimamos a la base del volcán, donde Gerardo nos dejó en libertad de acción, con las indicaciones del caso, sobre todo que tengamos cuidado con los resbalones.

Desde allí, treparíamos con las chatas hasta donde se pueda, dejando el treking para el final. Lo que en las fotos satelitales parecía sencillo, no lo era porque el último tramo tenía acantilados que, salvo milagro, no los íbamos a poder sortear con las chatas, al menos por esta cara oeste.

Huellas que nos arriman al volcán, escondido al fondo a la derecha

Ya casi llegábamos a su pie
Gerardo nos aconsejaba respecto a cómo encararlo

Y así fue. Prácticamente llegamos a la base de los acantilados y desde allí, caminando, con la nieve a la rodilla, debimos rodear buena parte de ellos por el sur para poder subirlos a pie. La cara este permitió el acceso y pudimos contemplar el enorme cráter con sus tres lagunas internas, con un paisaje tan hermoso como sobrecogedor. Lo habíamos logrado!

Preparando el ascenso
La Buitrera, ahí nomás
Eduardo con la Cherokee quería caminar lo menos posible
Hasta acá con las chatas
Listos para caminar entre la nieve
Una de las lagunas, hoy secas, que se encuentran dentro del cráter
Estar en el fondo de la laguna, dentro del cráter es realmente una sensación sobrecogedora
La típica «mesita» del IGM en los puntos más altos
Un rincón del cráter
Pampa contento dentro del cráter
Otra de las lagunas, con su superficie completamente congelada

Regresamos a la estancia muy contentos de haber conseguido algo que veníamos deseando de hace mucho tiempo, desde el 2015 cuando nos asomamos por vez primera.

Gerardo nos cedió el quincho, que tenía una cocina económica para que podamos cenar y dormir al reparo, sin necesidad de armar las carpas.

Degustamos un exquisito guiso de lentejas que Pablo trajo desde su casa y tuvimos una extensa tertulia con Gerardo, por supuesto con un vino de por medio , quien nos contó todo lo que preguntamos sobre la estancia y la actividad ganadera, dejandonos claro que es un apasionado de lo que hace y que ama su tierra familiar como no es muy común de ver. Fue un placer haber hecho un nuevo amigo patagónico, a quien le agradecemos de corazón su hospitalidad.

Preparando la comida
El quincho convertido en dormi para seis
Nos acomodamos como pudimos arriba y abajo de la mesa, pero no pasamos frío.

El día siguiente iríamos a conocer los aerolitos de Bajada del Diablo

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UN MORDISCO SUAVE A SOMUNCURÁ

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Viernes 26 de mayo de 2023

Como ya expresé otra veces, la meseta de Somuncurá me puede y como siempre, después del inevitable sufrimiento que sobreviene a una larga exposición a su influjo que te hace «prometer no volver nunca más», resulta que termino retornando, sucumbiendo a sus insondables misterios una y otra vez.
No soy el él único, a mi banda de queridos amigos viajeros les pasa lo mismo (hay algunas excepciones…)

Tal vez deberíamos seguir los consejos de Circe a Ulises y a su tripulación de taparnos los oídos para no escuchar los cantos de la «piedra que canta», a la postre las sirenas de Somuncurá. Pero es difícil tomar esa decisión, en cada visita siempre descubrimos algo nuevo que nos fascina y quedan cosas pendientes que nos hacen volver.

Igual de tanto ir algo aprendimos: la porción debe ser limitada para degustarla y no sufrirla. Somuncurá es como un tarro de dulce de leche de esos que vienen en envase de cartón: si te lo comés a cucharadas sin parar resulta que te empalagás y a continuación te termina haciendo mal, lo que no quita que después de un tiempo, al componerte, reincidís.

Por eso esta vez planeamos un «mordisco» limitado para no forzar las cosas, sobre todo porque era la primera parte de la travesía y no había que desanimarse para el resto del viaje.

La idea era recorrer todo el borde septentrional de la meseta, visitando rincones ocultos entre los «fiordos» que miran al norte, donde pequeñas poblaciones protegidas del incesante viento patagónico se han establecido a la vera de aparentes inocentes arroyitos que bajan de la meseta que permiten que se desarrolle una inesperada vegetación fuera de contexto.

Treneta, Yaminué, Laguna de Mendez, Tambelén, Comico, Liminiyeo y Prahaniyeu estaban en nuestro derrotero después de pasar la noche en el complejo Tunquelén, en Ezequiel Ramos Mexía con el objetivo de recalar a acampar o algo parecido en la estancia Talagapa, al norte de Chubut.

Por supuesto, no todo lo planeado se cumple y también aparecen eventos inesperados que nos hacen recalcular, como ya les describiré.

Mientras desayunábamos en Tunquelén, nos comentan que la huella que une dos de los poblados por encima de uno los dedos de la meseta estaba intransitable y entonces, para no hacer un largo rodeo desandando camino, debimos descartar pasar por Treneta y empezar por Yaminué.

Tunquelén, un buen lugar para parar en la RN23
Paisajes de la linea sur en Tunquelén

Asi fue como conocimos primero el encantador pueblito de Yaminué donde la tranquilidad matinal de un viernes feriado puente no pudo ser alterada por unos pocos forasteros sacando fotos. Apenas se asomó a la ventana alguien del destacamento policial pero al vernos inofensivos ni siquiera se nos acercó.
Era como estar en un pueblo desierto pero a su vez lleno de vida.

Yaminué a lo lejos, al pie de Somuncurá
Oasis de Yaminué
Puente sobre el arroyo Yaminué

Desde allí seguimos una huella hacia el oeste que a poco de andar y trepar nos puso encima de la meseta rumbo a la desconocida laguna de Mendez, una inmensa oquedad que debimos atravesar descendiendo hasta su fondo , donde encontramos un espejo de agua seco con un puesto deshabitado de cierta importancia.

Somuncurá puro, cerca de laguna de Mendez
Pinchaduras inevitables en Somuncurá
Laguna de Mendez, abajo y a lo lejos
Laguna de Mendez, completamente seca en esta época

Allí seguramente por impericia, perdimos la huella y anduvimos sobre una traza muy abandonada que nos sacó del fondo de la laguna hasta que dimos con la huella más transitada que bajando de la meseta nos depositaría en Tambelén y Comico, que ya habíamos visitado en otra expedición de años anteriores.

Huella abandonada buscando la salida
Huella abandonada buscando la salida
Bajada abandonada en dirección a Tambelén
Comico

No quisimos seguir por la RP66 y acercarnos a Los Menucos para ir a Prahaniyeu haciendo un largo rodeo rutero sino que nos metimos por una huella vecinal que según nuestro relevamiento previo nos sacaría cortando camino a la RP8 cerca del destino, pasando por Liminiyeo. Por supuesto la huella estaba al principio dirigiéndose al puesto cercano Chasicó pero el enlace a Lininiyeo estaba borrado ya que discurría por el cauce de un ramificado curso de agua.
Unos puesteros que venían arriando sus ovejas nos dijeron que esa huella estaba en desuso y que tenía unos zanjones profundos que no creían salvables fácilmente pero que si queríamos intentar no tenían inconvenientes. Ya imaginan lo que hicimos.

Zanjón camino a Liminiyeo, hubo que trabajar
Zanjón camino a Liminiyeo, en arreglo
Zanjón camino a Liminiyeo, Nada nos detuvo
Parecía que la tranquera a Liminiyeo no nos iba a dejar pasar
Pero pasamos

Efectivamente se nos cruzó un importante zanjón pero con esfuerzo lo sorteamos y pronto ingresamos a Liminiyeo, que a la postre es un importante casco de estancia.

De allí en más la salida a la RP8 fue sencilla y mientras devorábamos kilómetros, Darío propuso ir a visitar el sitio donde en 2011 cayó el avión con 22 ocupantes del vuelo 5428 de Sol Líneas Aéreas, lo cual nos interesó a todos ya que otras veces no habíamos podido dar con él. Darío conocía cómo llegar y fuimos.

Curiosamente, el cielo que se había mostrado despejado y con sol a lo largo del día, comenzó a nublarse rápidamente y a ponerse muy oscuro, como para darle marco al lugar trágico que visitaríamos.

Santuario que evoca a las víctimas del vuelo Sol 5428
Lugar sobrecogedor en el medio de la nada
La nevada al llegar al lugar del accidente
Allí dejamos nuestros respetos a las víctimas

Al encarar el desvío desde la RP8, se largó a nevar y al llegar al sitio del accidente, donde hoy hay un respetuoso recordatorio de las víctimas, la nevada arreció como dejándonos claro que allí el clima es el que manda. En silencio, sacamos unas fotos y dejamos nuestros respetos en tan sobrecogedor escenario.

Al dejar el lugar curiosamente la nevada se atenuó como si tuviese relación con nuestro asomo al lugar.

Destacó que a unos dos o tres kilómetros del sitio del impacto hay un puesto habitado, no quiero pensar el susto que se habrán pegado quienes vivían alli cuando en el medio dela noche sintieron el tremendo estrépito del impacto, allí en el medio de la nada.

Una reseña del accidente AQUÍ

De nuevo en la RP8, no nos tardamos en alcanzar Prahaniyeu donde quedé gratamente sorprendido por el progreso respecto a lo que recordaba de cuando pasé allá por 2006, cuando buscábamos confluencias. Lo mismo me pasó con la RP8, que ahora es una subida decente a la meseta en lugar del pedrero que recordaba.

Entrada a Prahaniyeu
Pueblito de Prahaniyeu, todo paz

Ya en la meseta, de nuevo el cielo se cerró y comenzó a nevar de menor a mayor, lo que complicaría nuestro campamento en Talagapa puesto que llegaríamos con bastante oscuridad a molestar en la estancia.
El espectáculo de la meseta nevada era increíble.

Increíbles paisajes de Somuncurá sobre la RP8

Al cruzar la RP5 que viene de El Caín pensamos que sería una buena idea ir a ver si había algún tipo de alojamiento en el poblado que evitará el campamento (recordaba que en 2015 había visto unas cabañas).

Las cabañas no existían más, ya que se convirtieron en viviendas permanentes del pueblo pero al consultar en la Comisión de Fomento, la Sra Marcela Nacleto, a cargo de la misma, enseguida nos ofreció muy amablemente pasar la noche en el salón de actos de la escuela, con calefacción, internet y baños, un lujo total. Quedamos muy agradecidos por su hospitalidad.

Mientras nos acomodamos en la escuela, el pueblo se vistió completamente de blanco, de algún modo engalanado para nuestra visita. Era la primera nevada del año y nosotros estábamos ahí.

Para cartón lleno nos recomendaron a una señora del pueblo, Mercedes para que nos cocinara algo y tuvimos el agrado de comer una exquisitas milanesas caseras con ensalada rusa mientras fuera nevaba copiosamante y los chicos del pueblo jugaban al fútbol sobre la nieve en la oscuridad.

Luego acomodamos las colchonetas y las bolsas de dormir en el enorme y calentito salón y pasamos cómodamente en forma completamente impensada una noche en El Caín, como si fuera un cinco estrellas.

Nevada en El Caín
El Caín bien nevado
La escuela donde nos alojamos en El Caín
El Salón de Actos de la escuela, nuestra espaciosa habitación de hotel cinco estrellas
También nuestro salón comedor

Por la mañana, ya eramos el comentario del pueblo y hasta nos fotografiaron para publicarnos en el sitio

Analizando nuestros próximos pasos
Así amaneció el patio de la escuela
El grupo completo en la calle principal de El Caín
Marisa Huentenao, la amable Guardia Ambiental de El Caín
El Caín por la mañana después de la fría noche
Fotaza en la despejada mañana de sábado después de la nevada, saliendo de El Caín

Nos vemos proximamente en la cima de La Buitrera…

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